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UN VIAJE SIMBÓLICO EN BUSQUEDA DE LA CONSTITUCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD DEL MASÓN

UN VOYAGE SYMBOLIQUE À LA RECHERCHE DE LA CONSTITUTION DE LA SUBJECTIVITÉ DU FRANC-MAÇON


A SYMBOLIC JOURNEY IN SEARCH OF THE CONSTITUTION OF THE FREEMASON’S SUBJECTIVITY





INTRODUCCIÓN

 

La Francmasonería, desde una perspectiva foucaulteana, se presenta no solo como una institución dedicada al fomento de la moralidad y el desarrollo espiritual, sino también como un espacio en el que se configuran y reconfiguran las subjetividades de sus miembros. Dentro de esta organización, los masones son llamados a "construir su templo interior", un proceso que implica tanto un trabajo sobre sí mismos como una sujeción a un conjunto de normas y valores que moldean su identidad y conducta. Los símbolos masónicos, omnipresentes en los rituales y enseñanzas, juegan un papel fundamental en este proceso al actuar como mecanismos a través de los cuales los masones interiorizan estas normas, configurando así su subjetividad y autonomía moral.

 

El artículo propone explorar, desde este enfoque foucaulteano, cómo el simbolismo masónico opera no solo como medio de transmisión de valores éticos, sino también como dispositivo de poder que configura la subjetividad de los masones. La investigación busca comprender cómo estos símbolos, lejos de ser simples portadores de significados universales, funcionan dentro de un marco de relaciones de poder que influye en su interpretación y en su eficacia para formar la identidad moral de los iniciados. Este análisis permitirá desentrañar los mecanismos mediante los cuales los símbolos no solo transmiten, sino que también refuerzan y consolidan estos valores en los masones.

 


 

FUNDAMENTOS DEL SIMBOLISMO MASÓNICO

 

La evolución del simbolismo masónico puede ser vista como un proceso en el que los símbolos han sido reconfigurados para adaptarse a las necesidades de poder y conocimiento en diferentes contextos históricos. Los símbolos que originalmente tenían un significado práctico en los gremios de constructores de la Edad Media, como la escuadra y el compás, fueron reinterpretados y resignificados a medida que la Francmasonería pasó de ser una organización operativa a una especulativa. Este proceso de resignificación refleja que los símbolos son adaptados a nuevos contextos y utilizados para estructurar la realidad logial y social de una manera particular que responde a los modos de relacionamiento e intersubjetividad imperantes en un momento social e histórico determinado.

 

Así, en la tradición masónica, los símbolos no son entidades fijas o universales, sino que deben ser entendidos como construcciones sociales.  De allí que los símbolos masónicos, al igual que otros signos culturales, operen en múltiples niveles, conectando lo visible con lo invisible y lo conocido con lo desconocido (Todorov, 1982). Estos símbolos no solo comunican valores éticos, sino que también configuran la subjetividad de los masones, actuando como dispositivos que moldean su identidad y su relación con la logia y con el mundo.

 

En tal razón, el simbolismo masónico no solo posee un valor “esotérico” entendido como privado o interno, sino que es fundamentalmente una herramienta pedagógica que opera dentro de un marco de relaciones intersubjetivas de poder. Los símbolos permiten la transmisión de conocimientos y valores de manera indirecta, a través de un proceso de sujeción en el que el iniciado se somete a un conjunto de normas que moldean su conducta y su identidad moral, pero que afectan a partir de la intersubjetividad, la forma como los otros también modelan su conducta y subjetividad.  Esta pedagogía simbólica, como señala Todorov, facilita la creación de un ethos compartido dentro de la comunidad masónica, reforzando la cohesión y el entendimiento mutuo (Todorov, 1999).

 

LA ÉTICA MASÓNICA: PRINCIPIOS Y VALORES FUNDAMENTALES

 

Con base en lo expuesto hasta este punto, la ética masónica, desde una perspectiva Foucaultiana, puede ser entendida como un sistema de valores que, aunque se presenta como universal, está profundamente influenciado por las relaciones intersubjetivas que configuran la logia. Esta ética no se basa en la obediencia a un código moral fijo, sino en la capacidad del individuo para constituirse a sí mismo como sujeto moral dentro de un marco de normas que regulan su conducta (Viton, 2021). Este proceso de autoconstitución es lo que Foucault describe como "sujeción", y es aquí donde la libertad del individuo juega un papel crucial en su relación con las normas éticas de la masonería.

 

Entre los principios éticos más destacados en la masonería se encuentran la fraternidad, la igualdad y la libertad.  Estos principios, lejos de ser meras ideas o ideales teóricos, se integran profundamente en la estructura ética de la masonería, influyendo en cómo los individuos que pertenecen a esta organización se conciben a sí mismos y se relacionan con los demás tanto dentro como fuera de la logia.

 

En primer lugar, la fraternidad es presentada no solo como un valor que exhorta al apoyo y al compañerismo entre los miembros de la logia, sino como un principio operativo que refuerza la cohesión del grupo. Este concepto de fraternidad va más allá de la simple solidaridad; se convierte en un mecanismo social que asegura la unidad y la cohesión del grupo masónico, creando un sentido de pertenencia y responsabilidad compartida. La fraternidad, por tanto, no solo une a los masones en torno a un objetivo común, sino que también establece un marco dentro del cual las interacciones sociales y las relaciones dentro de la logia se estructuran y se perpetúan.

 

La igualdad y la libertad, por otro lado, son principios que, aunque presentados como universales, no se aplican de manera homogénea o inmutable. Estos valores son siempre mediados por las relaciones intersubjetivas, es decir, por la manera en que los individuos se relacionan y negocian significados en contextos específicos. Esto implica que la interpretación y aplicación de la igualdad y la libertad en la masonería están condicionadas por las dinámicas relacionales y las estructuras sociales presentes en cada logia. La igualdad en la masonería no es simplemente la afirmación de que todos los hombres y mujeres son iguales, sino que se convierte en un ideal que se interpreta y aplica dentro de las realidades concretas de cada contexto masónico. De manera similar, la libertad es entendida no solo como la capacidad de actuar de acuerdo con la propia conciencia, sino como un principio que está siempre en tensión con las normas y las expectativas del grupo, y que requiere de una constante negociación y reconfiguración en la práctica.

 

En este sentido, el simbolismo en la masonería no solo enseña principios éticos, sino que también actúa como un dispositivo de poder que configura la subjetividad de los masones y masonas, ya que los símbolos operan en un nivel profundo, donde moldean la conducta moral de los masones a través de un proceso de sujeción y autoconstitución. Este proceso no es coercitivo, sino que se opera a través de la repetición ritual y la meditación simbólica, permitiendo que los masones internalicen los valores éticos que representan y los apliquen en su vida diaria (Chevallier, 1982).

 

EL SIMBOLISMO E INICIACIÓN EN LA FORMACIÓN ÉTICA DE LOS MASONES

 

El simbolismo masónico de la piedra bruta y la piedra cúbica, dos elementos que representan de manera metafórica el proceso de transformación personal que cada masón debe emprender en su camino hacia la perfección moral y espiritual, aluden al proceso de transformación que puede ser comprendido como un acto de autoconstitución, en el cual masones y masonas, mediante un trabajo constante y deliberado sobre sí mismos, buscan pulir su identidad moral. Este proceso no es lineal ni concluyente; más bien, es un esfuerzo continuo, reflejando la naturaleza dinámica y siempre inacabada de la subjetividad humana.

 

En la masonería, la piedra bruta simboliza el estado inicial del individuo, cargado de imperfecciones y potencialidades sin desarrollar. Este símbolo representa al masón en su estado "natural", antes de haber sido sometido al proceso de refinamiento y autoeducación que la logia promueve.  Este estado inicial puede interpretarse como una forma de ser aún no disciplinada por las normas y valores del grupo, un ser que está en bruto, esperando ser moldeado a través del poder del conocimiento y de la práctica ritual. La piedra cúbica, por contraste, simboliza el ideal de perfección al que aspira el masón. Sin embargo, este estado de perfección nunca es verdaderamente alcanzable en términos absolutos; más bien, es un horizonte hacia el cual se orienta la práctica masónica, un objetivo que impulsa al masón a un proceso constante de automejora y reflexión crítica sobre su conducta y sus creencias, para poder accionar mejor en la sociedad.

 

Este proceso de pulimento de la piedra, que en términos masónicos corresponde a la transformación de la piedra bruta en una piedra cúbica, puede ser interpretado como un ejercicio de sujeción y autoconstitución. El masón no solo es un agente pasivo que recibe enseñanzas y normas desde el exterior; más bien, es un sujeto activo que trabaja sobre sí mismo, utilizando los símbolos y rituales masónicos como herramientas para moldear su propia subjetividad. Este trabajo de autoconstitución no es un esfuerzo aislado, sino que se realiza dentro de un marco relacional y de conocimiento, donde las normas masónicas proporcionan tanto las restricciones como las posibilidades para la autoformación del sujeto. Así, el masón se convierte en el artífice de su propia identidad moral, en un proceso que pudiéramos describir como un acto de libertad dentro de un contexto de sujeción.

 

A este punto es crucial subrayar que este proceso de autoconstitución no tiene un punto final definitivo. La perfección moral, simbolizada por la piedra cúbica, es un ideal regulador que guía el proceso, pero que nunca se alcanza de manera completa y final. Este carácter inacabado refleja la concepción foucaulteana de la subjetividad como algo que siempre está en proceso de devenir, nunca totalmente cerrado o concluido. El masón, al igual que cualquier otro sujeto, está en un estado de constante evolución, siempre trabajando para pulir su piedra, siempre aspirando a un ideal de perfección que lo empuja a seguir creciendo y transformándose en su vida moral y espiritual. Este proceso interminable es una manifestación de la libertad del sujeto masónico, que se constituye a sí mismo a través de un diálogo continuo entre los ideales simbólicos de la logia y las prácticas concretas de su vida cotidiana.

 

Es, por las razones expuestas, que el ritual masónico funciona no solo como una ceremonia repetitiva de carácter simbólico, sino como una herramienta pedagógica profundamente eficaz en la internalización y refuerzo de principios éticos en la mente del masón, operando más allá de lo meramente formal o tradicional. En este contexto, el ritual masónico actúa como un mecanismo de sujeción, una forma de control sutil pero efectiva que moldea la identidad moral del individuo en ejercicio de su libertad, y en particular su libertad de conciencia, al alinearlo con las normas y valores que se transmiten a través de los símbolos y prácticas rituales de la logia.

 

En la masonería, este proceso de sujeción se realiza a través de la repetición ritual, que no solo refuerza los principios éticos, sino que también asegura que estos principios se conviertan en parte integral de la identidad del masón. El ritual, repetido una y otra vez, actúa como una especie de programación ética, donde el masón internaliza las normas a través de la práctica constante. De esta manera, la repetición no es un mero formalismo, sino un método pedagógico que garantiza que los valores éticos masónicos se afiancen en la psique del iniciado, transformando así su conducta y su visión del mundo.

Por otro lado, la iniciación masónica se presenta como un rito de paso, un concepto ampliamente estudiado en la antropología, que permite separar al neófito de su vida anterior, lo que simboliza una ruptura con su identidad pasada, para luego reintroducirlo en la comunidad masónica con una nueva identidad moral. Este proceso de transformación es central en la constitución de la subjetividad del masón, ya que la iniciación no solo introduce al individuo a un conjunto de símbolos y rituales, sino que lo somete a un proceso de sujeción donde su identidad es reconfigurada de acuerdo con las normas y valores de la logia, por lo que estos ritos de paso son fundamentales en la construcción del sujeto moral, ya que es a través de ellos que el individuo internaliza las normas de la sociedad o, en este caso, de la comunidad masónica, reconfigurando su ser en consonancia con los ideales y valores que estos ritos simbolizan.  Ahora bien, este alineamiento no es coercitivo, sino que se logra mediante un proceso de autoformación donde el individuo, a través de la sujeción a los rituales y símbolos masónicos, se convierte en un sujeto moral en sentido pleno.

 

A MANERA DE CONCLUSIÓN

 

A manera de conclusión podemos afirmar que el viaje simbólico del masón, visto desde un enfoque foucaulteano, revela cómo los rituales y símbolos masónicos operan no solo como herramientas para la transmisión de valores éticos, sino también como dispositivos que configuran la subjetividad de los sujetos iniciados.  A través de un proceso constante de sujeción y autoformación, el masón se convierte en el artífice de su propia identidad moral, siempre en un estado de devenir y transformación. Este proceso, que implica tanto la repetición ritual como la iniciación, asegura que los principios éticos de la masonería se afiancen profundamente en la psique del individuo, moldeando su conducta y visión del mundo.

 



Roberto CERTAIN-RUIZ

Respetable Logia Mixta Obreros de la Libertad No. 11

Federación Colombiana de Logias Masónicas

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

 

·        Chevallier, P. (1982). Histoire de la franc-maçonnerie française. Fayard.

·        Dachez, R. (2020). La franc-maçonnerie. Paris: Dervy.

·        Dachez, R., & Bauer, A. (2020). Lexique des symboles maçonniques. Paris: Dervy.

·        Foucault, M. (1966). Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas. Siglo

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·        Foucault, M. (1970). El orden del discurso. Tusquets Editores.

·        Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores.

·        Foucault, M. (1984). The Use of Pleasure (R. Hurley, Trans.). New York: Vintage Books.

·        Foucault, M. (1990). The History of Sexuality, Volume 2: The Use of Pleasure (R. Hurley,

Trans.). New York: Vintage Books.

·       Foucault, M. (1990). The History of Sexuality, Volume 3: The Care of the Self (R. Hurley,

Trans.). New York: Vintage Books.

·        Foucault, M. (1994). Hermenéutica del sujeto. Ediciones de la Piqueta.

·        Foucault, M. (1997). Ethics, Subjectivity and Truth (P. Rabinow, Ed.). New York: The New

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·        Foucault, M. (2010). El gobierno de sí y de los otros: Curso en el Collège de France

(1982-1983). Fondo de Cultura Económica.

·        Foucault, M. (2014). El coraje de la verdad: El gobierno de sí y de los otros II. Curso en el

Collège de France (1983-1984). Fondo de Cultura Económica.

·        Foucault, M. (2017). Discurso y verdad: Conferencias sobre el coraje de decirlo todo.  Siglo

XXI editores.

·        Guerra, V. (2010). Rito Francés: Historia, reflexiones y desarrollo. Editorial Masonica.es.

·        Herrera, I. (2013). Las herramientas masónicas: análisis, su significado simbólico y valor

hermenéutico. Masonica.es

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·        Otaola, J. (2015). La metáfora masónica. Masonica.es.

·        Todorov, T. (1982). Théories du symbole. Paris: Seuil.

·        Viton, Y. M. (2021). Le rite écossais ancien et accepté. Paris: Dervy.

 

 


 

 

UN VOYAGE SYMBOLIQUE À LA RECHERCHE DE LA CONSTITUTION DE LA SUBJECTIVITÉ DU FRANC-MAÇON

Par : Roberto CERTAIN-RUIZ

Respectable Loge Mixte Ouvriers de la Liberté No. 11

Fédération Colombienne des Loges Maçonniques

 



 

INTRODUCTION

 

La Franc-maçonnerie, vue sous une perspective foucaldienne, se présente non seulement comme une institution dédiée à la promotion de la moralité et au développement spirituel, mais aussi comme un espace où se configurent et se reconfigurent les subjectivités de ses membres. Au sein de cette organisation, les maçons sont appelés à “construire leur temple intérieur”, un processus qui implique à la fois un travail sur soi et une soumission à un ensemble de normes et de valeurs qui modèlent leur identité et leur conduite. Les symboles maçonniques, omniprésents dans les rituels et les enseignements, jouent un rôle fondamental dans ce processus en agissant comme des mécanismes par lesquels les maçons intériorisent ces normes, configurant ainsi leur subjectivité et leur autonomie morale.

 

Cet article propose d’explorer, à partir de cette approche foucaldienne, comment le symbolisme maçonnique opère non seulement comme un moyen de transmission de valeurs éthiques, mais aussi comme un dispositif de pouvoir qui configure la subjectivité des maçons. L’objectif est de comprendre comment ces symboles, loin d’être de simples porteurs de significations universelles, fonctionnent dans un cadre de relations de pouvoir qui influence leur interprétation et leur efficacité à former l’identité morale des initiés. Cette analyse permettra de dévoiler les mécanismes par lesquels les symboles non seulement transmettent, mais renforcent et consolident ces valeurs chez les maçons.

 


 

FONDAMENTAUX DU SYMBOLISME MAÇONNIQUE

 

L’évolution du symbolisme maçonnique peut être vue comme un processus au cours duquel les symboles ont été reconfigurés pour s’adapter aux besoins de pouvoir et de connaissance dans différents contextes historiques. Les symboles qui, à l’origine, avaient une signification pratique dans les guildes de constructeurs du Moyen Âge, tels que l’équerre et le compas, ont été réinterprétés et resignifiés à mesure que la Franc-maçonnerie est passée d’une organisation opérative à une organisation spéculative. Ce processus de resignification reflète le fait que les symboles sont adaptés à de nouveaux contextes et utilisés pour structurer la réalité logiale et sociale d’une manière particulière, répondant aux modes de relation et d’intersubjectivité dominants à un moment social et historique donné.

 

Ainsi, dans la tradition maçonnique, les symboles ne sont pas des entités fixes ou universelles, mais doivent être compris comme des constructions sociales. Par conséquent, les symboles maçonniques, comme d’autres signes culturels, opèrent à plusieurs niveaux, connectant le visible à l’invisible et le connu à l’inconnu (Todorov 1982). Ces symboles ne communiquent pas seulement des valeurs éthiques, mais ils configurent également la subjectivité des maçons, agissant comme des dispositifs qui modèlent leur identité et leur relation avec la loge et avec le monde.

 

Pour cette raison, le symbolisme maçonnique ne possède pas seulement une valeur « ésotérique » entendue comme privée ou interne, mais constitue fondamentalement un outil pédagogique qui opère dans un cadre de relations intersubjectives de pouvoir. Les symboles permettent la transmission de connaissances et de valeurs de manière indirecte, à travers un processus de sujétion dans lequel l’initié se soumet à un ensemble de normes qui modèlent sa conduite et son identité morale, mais qui affectent, à partir de l’intersubjectivité, la manière dont les autres modèlent également leur conduite et leur subjectivité. Cette pédagogie symbolique, comme le souligne Todorov, facilite la création d’un ethos partagé au sein de la communauté maçonnique, renforçant la cohésion et la compréhension mutuelle (Todorov 1999).

 

L’ÉTHIQUE MAÇONNIQUE : PRINCIPES ET VALEURS FONDAMENTALES

 

Sur la base de ce qui a été exposé jusqu’à présent, l’éthique maçonnique, d’un point de vue foucaldien, peut être comprise comme un système de valeurs qui, bien qu’il se présente comme universel, est profondément influencé par les relations intersubjectives qui configurent la loge. Cette éthique ne repose pas sur l’obéissance à un code moral fixe, mais sur la capacité de l’individu à se constituer en tant que sujet moral dans un cadre de normes qui régulent sa conduite (Viton 2021). Ce processus d’autoconstitution est ce que Foucault décrit comme “sujétion”, et c’est ici que la liberté de l’individu joue un rôle crucial dans sa relation avec les normes éthiques de la maçonnerie.

 

Parmi les principes éthiques les plus importants en maçonnerie, on trouve la fraternité, l’égalité et la liberté. Ces principes, loin d’être de simples idées ou idéaux théoriques, sont profondément intégrés dans la structure éthique de la maçonnerie, influençant la manière dont les individus appartenant à cette organisation se perçoivent eux-mêmes et se relationnent avec les autres, tant à l’intérieur qu’à l’extérieur de la loge.

 

Tout d’abord, la fraternité est présentée non seulement comme une valeur qui encourage le soutien et la camaraderie entre les membres de la loge, mais aussi comme un principe opérationnel qui renforce la cohésion du groupe. Ce concept de fraternité va au-delà de la simple solidarité ; il devient un mécanisme social qui assure l’unité et la cohésion du groupe maçonnique, créant un sentiment d’appartenance et de responsabilité partagée. La fraternité, par conséquent, n’unit pas seulement les maçons autour d’un objectif commun, mais établit également un cadre au sein duquel les interactions sociales et les relations au sein de la loge se structurent et se perpétuent.

 

L’égalité et la liberté, d’autre part, sont des principes qui, bien que présentés comme universels, ne s’appliquent pas de manière homogène ou immuable. Ces valeurs sont toujours médiatisées par les relations intersubjectives, c’est-à-dire par la manière dont les individus se relationnent et négocient les significations dans des contextes spécifiques. Cela implique que l’interprétation et l’application de l’égalité et de la liberté en maçonnerie sont conditionnées par les dynamiques relationnelles et les structures sociales présentes dans chaque loge. L’égalité en maçonnerie n’est pas simplement l’affirmation que tous les hommes et les femmes sont égaux, mais elle devient un idéal qui se traduit et s’applique dans les réalités concrètes de chaque contexte maçonnique. De même, la liberté est comprise non seulement comme la capacité d’agir en accord avec sa propre conscience, mais aussi comme un principe qui est toujours en tension avec les normes et les attentes du groupe, et qui requiert une négociation et une reconfiguration constantes dans la pratique.

 

En ce sens, le symbolisme en maçonnerie n’enseigne pas seulement des principes éthiques, mais agit également comme un dispositif de pouvoir qui configure la subjectivité des maçons et des maçonnes, puisque les symboles opèrent à un niveau profond où ils modèlent la conduite morale des maçons à travers un processus de sujétion et d’autoconstitution. Ce processus n’est pas coercitif, mais il se réalise par la répétition rituelle et la méditation symbolique, permettant ainsi aux maçons d’intérioriser les valeurs éthiques qu’ils représentent et de les appliquer dans leur vie quotidienne (Chevallier 1982).

 

LE SYMBOLISME ET L’INITIATION DANS LA FORMATION ÉTHIQUE DES FRANC-MAÇONS

 

Le symbolisme maçonnique de la pierre brute et de la pierre cubique, deux éléments qui représentent de manière métaphorique le processus de transformation personnelle que chaque maçon doit entreprendre sur son chemin vers la perfection morale et spirituelle, fait allusion au processus de transformation qui peut être compris comme un acte d’autoconstitution dans lequel les maçons, par un travail constant et délibéré sur eux-mêmes, cherchent à polir leur identité morale. Ce processus n’est ni linéaire ni concluant ; il s’agit plutôt d’un effort continu, reflétant la nature dynamique et toujours inachevée de la subjectivité humaine.

 

En maçonnerie, la pierre brute symbolise l’état initial de l’individu, chargé d’imperfections et de potentialités non développées. Ce symbole représente le maçon dans son état “naturel”, avant d’avoir été soumis au processus de raffinement et d’auto-éducation que la loge promeut. Cet état initial peut être interprété comme une forme d’être encore non disciplinée par les normes et les valeurs du groupe, un être brut qui attend d’être façonné par le pouvoir de la connaissance et de la pratique rituelle. La pierre cubique, en revanche, symbolise l’idéal de perfection auquel le maçon aspire. Cependant, cet état de perfection n’est jamais véritablement atteignable en termes absolus ; il s’agit plutôt d’un horizon vers lequel la pratique maçonnique s’oriente, un objectif qui pousse le maçon à un processus constant d’amélioration personnelle et de réflexion critique sur sa conduite et ses croyances pour mieux agir dans la société.

 

Ce processus de polissage de la pierre, qui, en termes maçonniques, correspond à la transformation de la pierre brute en une pierre cubique, peut être interprété comme un exercice de sujétion et d’autoconstitution. Le maçon n’est pas seulement un agent passif qui reçoit des enseignements et des normes de l’extérieur ; il est plutôt un sujet actif qui travaille sur lui-même en utilisant les symboles et les rituels maçonniques comme outils pour façonner sa propre subjectivité. Ce travail d’autoconstitution n’est pas un effort isolé, mais se réalise dans un cadre relationnel et de connaissance où les normes maçonniques fournissent à la fois les restrictions et les possibilités pour l’autoformation du sujet. Ainsi, le maçon devient l’artisan de sa propre identité morale dans un processus que l’on pourrait décrire comme un acte de liberté dans un contexte de sujétion.

 

À ce stade, il est crucial de souligner que ce processus d’autoconstitution n’a pas de point final définitif. La perfection morale, symbolisée par la pierre cubique, est un idéal régulateur qui guide le processus, mais qui n’est jamais complètement et définitivement atteint. Ce caractère inachevé reflète la conception foucaldienne de la subjectivité comme quelque chose qui est toujours en devenir, jamais totalement fermé ou achevé. Le maçon, tout comme tout autre sujet, est dans un état de constante évolution, toujours en train de polir sa pierre, toujours aspirant à un idéal de perfection qui le pousse à continuer à croître et à se transformer dans sa vie morale et spirituelle. Ce processus interminable est une manifestation de la liberté du sujet maçonnique qui se constitue lui-même à travers un dialogue continu entre les idéaux symboliques de la loge et les pratiques concrètes de sa vie quotidienne.

 

C’est pour ces raisons que le rituel maçonnique fonctionne non seulement comme une cérémonie répétitive de caractère symbolique, mais aussi comme un outil pédagogique profondément efficace dans l’internalisation et le renforcement des principes éthiques dans l’esprit du maçon, opérant au-delà de ce qui est purement formel ou traditionnel. Dans ce contexte, le rituel maçonnique agit comme un mécanisme de sujétion, une forme de contrôle subtile mais efficace qui façonne l’identité morale de l’individu en exerçant sa liberté, en particulier sa liberté de conscience, en l’alignant sur les normes et les valeurs qui sont transmises à travers les symboles et les pratiques rituelles de la loge.

 

En maçonnerie, ce processus de sujétion se réalise à travers la répétition rituelle, qui non seulement renforce les principes éthiques, mais assure également que ces principes deviennent une partie intégrante de l’identité du maçon. Le rituel répété maintes et maintes fois agit comme une sorte de programmation éthique, où le maçon intériorise les normes à travers une pratique constante. De cette manière, la répétition n’est pas un simple formalisme, mais un procédé pédagogique qui garantit que les valeurs éthiques maçonniques s’ancrent profondément dans la psyché de l’initié, transformant ainsi sa conduite et sa vision du monde.

 

D’un autre côté, l’initiation maçonnique se présente comme un rite de passage, un concept largement étudié en anthropologie, qui permet de séparer le néophyte de sa vie antérieure, ce qui symbolise une rupture avec son identité passée pour ensuite le réintroduire dans la communauté maçonnique avec une nouvelle identité morale. Ce processus de transformation est central dans la constitution de la subjectivité du maçon, puisque l’initiation ne fait pas seulement introduire l’individu à un ensemble de symboles et de rituels, mais le soumet à un processus de sujétion où son identité est reconfigurée en accord avec les normes et valeurs de la loge. Ces rites de passage sont donc fondamentaux dans la construction du sujet moral, car c’est à travers eux que l’individu intériorise les normes de la société ou, dans ce cas, de la communauté maçonnique, reconfigurant son être en harmonie avec les idéaux et valeurs que ces rites symbolisent. Cependant, cet alignement n’est pas coercitif, mais se réalise par un processus d’autoformation, où l’individu, à travers la sujétion aux rituels et aux symboles maçonniques, se constitue en sujet moral à part entière.

 

À TITRE DE CONCLUSION

 

En guise de conclusion, nous pouvons affirmer que le voyage symbolique du maçon, vu sous une approche foucaldienne, révèle comment les rituels et les symboles maçonniques opèrent non seulement comme des outils de transmission des valeurs éthiques, mais aussi comme des dispositifs qui configurent la subjectivité des sujets initiés. À travers un processus constant de sujétion et d’autoformation, le maçon devient l’artisan de sa propre identité morale, toujours en état de devenir et de transformation. Ce processus, qui implique à la fois la répétition rituelle et l’initiation, assure que les principes éthiques de la maçonnerie s’ancrent profondément dans la psyché de l’individu, modelant ainsi sa conduite et sa vision du monde.

 



Roberto CERTAIN-RUIZ

Respectable Loge Mixte Ouvriers de la Liberté No. 11

Fédération Colombienne des Loges Maçonniques





BIBLIOGRAPHIE CONSULTÉE

 

·        Chevallier, P. (1982). Histoire de la franc-maçonnerie française. Fayard.

·        Dachez, R. (2020). La franc-maçonnerie. Paris: Dervy.

·        Dachez, R., & Bauer, A. (2020). Lexique des symboles maçonniques. Paris: Dervy.

·        Foucault, M. (1966). Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas. Siglo XXI Editores.

·        Foucault, M. (1970). El orden del discurso. Tusquets Editores.

·        Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores.

·        Foucault, M. (1984). The Use of Pleasure (R. Hurley, Trans.). New York: Vintage Books.

·        Foucault, M. (1990). The History of Sexuality, Volume 2: The Use of Pleasure (R. Hurley, Trans.). New York: Vintage Books.

·        Foucault, M. (1990). The History of Sexuality, Volume 3: The Care of the Self (R. Hurley, Trans.). New York: Vintage Books.

·        Foucault, M. (1994). Hermenéutica del sujeto. Ediciones de la Piqueta.

·        Foucault, M. (1997). Ethics, Subjectivity and Truth (P. Rabinow, Ed.). New York: The New Press.

·        Foucault, M. (2010). El gobierno de sí y de los otros: Curso en el Collège de France (1982-1983). Fondo de Cultura Económica.

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·        Foucault, M. (2017). Discurso y verdad: Conferencias sobre el coraje de decirlo todo.  Siglo XXI editores.

·        Guerra, V. (2010). Rito Francés: Historia, reflexiones y desarrollo. Editorial Masonica.es.

·        Herrera, I. (2013). Las herramientas masónicas: análisis, su significado simbólico y valor hermenéutico. Masonica.es

·        Jung, C. G. (1989). El hombre y sus símbolos. México: Diana.

·        Otaola, J. (2015). La metáfora masónica. Masonica.es.

·        Todorov, T. (1982). Théories du symbole. Paris: Seuil.

·        Viton, Y. M. (2021). Le rite écossais ancien et accepté. Paris: Dervy.

 

 

 


 

 

A SYMBOLIC JOURNEY IN SEARCH OF THE CONSTITUTION OF THE FREEMASON’S SUBJECTIVITY

 

By: Roberto CERTAIN-RUIZ

Respectable Mixed Lodge “Workers of Liberty” No. 11

Colombian Federation of Masonic Lodges

 




 

INTRODUCTION

 

Freemasonry, from a Foucauldian perspective, is presented not only as an institution dedicated to the promotion of morality and spiritual development but also as a space where the subjectivities of its members are configured and reconfigured. Within this organization, Masons are called to “build their inner temple,” a process that involves both working on themselves and adhering to a set of norms and values that shape their identity and conduct. Masonic symbols, omnipresent in rituals and teachings, play a fundamental role in this process by acting as mechanisms through which Masons internalize these norms, thus configuring their subjectivity and moral autonomy.

 

This article proposes to explore, from this Foucauldian approach, how Masonic symbolism operates not only as a means of transmitting ethical values but also as a power device that shapes the subjectivity of Masons. The research seeks to understand how these symbols, far from being mere carriers of universal meanings, function within a framework of power relations that influences their interpretation and effectiveness in forming the moral identity of the initiates. This analysis will allow us to unravel the mechanisms by which the symbols not only transmit but also reinforce and consolidate these values in Masons.

 

 


 

 

FUNDAMENTALS OF MASONIC SYMBOLISM

 

The evolution of Masonic symbolism can be seen as a process in which symbols have been reconfigured to adapt to the needs for power and knowledge in different historical contexts. The symbols that originally had practical meaning in the medieval guilds of builders, such as the square and compasses, were reinterpreted and re-signified as Freemasonry transitioned from an operative to a speculative organization. This process of re-signification reflects that symbols are adapted to new contexts and used to structure Masonic and social reality in a particular way that responds to the prevailing modes of relationship and intersubjectivity in a given social and historical moment.

 

Thus, in the Masonic tradition, symbols are not fixed or universal entities but should be understood as social constructions. Hence, Masonic symbols, like other cultural signs, operate on multiple levels, connecting the visible with the invisible and the known with the unknown (Todorov 1982). These symbols not only communicate ethical values but also shape the subjectivity of Masons, acting as devices that mold their identity and their relationship with the lodge and the world.

 

For this reason, Masonic symbolism does not only possess an “esoteric” value, understood as private or internal, but is fundamentally a pedagogical tool that operates within a framework of intersubjective power relations. Symbols allow the transmission of knowledge and values indirectly through a process of subjection in which the initiate submits to a set of norms that shape their conduct and moral identity but also, through intersubjectivity, affect how others also model their conduct and subjectivity. This symbolic pedagogy, as Todorov points out, facilitates the creation of a shared ethos within the Masonic community, reinforcing cohesion and mutual understanding (Todorov 1999).

 

MASONIC ETHICS: PRINCIPLES AND FUNDAMENTAL VALUES

 

Based on what has been discussed so far, Masonic ethics from a Foucauldian perspective can be understood as a system of values that, although presented as universal, is deeply influenced by the intersubjective relationships that configure the lodge. This ethics is not based on obedience to a fixed moral code but on the individual’s capacity to constitute themselves as a moral subject within a framework of norms that regulate their conduct (Viton 2021). This process of self-constitution is what Foucault describes as “subjection,” and it is here that the individual’s freedom plays a crucial role in their relationship with the ethical norms of Freemasonry.

 

Among the most prominent ethical principles in Freemasonry are fraternity, equality, and liberty. These principles, far from being mere ideas or theoretical ideals, are deeply integrated into the ethical structure of Freemasonry, influencing how individuals belonging to this organization perceive themselves and relate to others, both within and outside the lodge.

 

First, fraternity is presented not only as a value that encourages support and camaraderie among lodge members but also as an operative principle that reinforces group cohesion. This concept of fraternity goes beyond mere solidarity; it becomes a social mechanism that ensures the unity and cohesion of the Masonic group, creating a sense of belonging and shared responsibility. Fraternity, therefore, not only unites Masons around a common goal but also establishes a framework within which social interactions and relationships within the lodge are structured and perpetuated.

 

Equality and liberty, on the other hand, are principles that, although presented as universal, are not applied in a homogeneous or immutable way. These values are always mediated by intersubjective relationships, meaning the way individuals relate and negotiate meanings in specific contexts. This implies that the interpretation and application of equality and liberty in Freemasonry are conditioned by the relational dynamics and social structures present in each lodge. Equality in Freemasonry is not simply the affirmation that all men and women are equal, but it becomes an ideal that is interpreted and applied within the concrete realities of each Masonic context. Similarly, liberty is understood not only as the capacity to act according to one’s conscience but as a principle that is always in tension with the norms and expectations of the group and that requires constant negotiation and reconfiguration in practice.

 

In this sense, symbolism in Freemasonry not only teaches ethical principles but also acts as a power device that shapes the subjectivity of Masons, as symbols operate at a deep level where they mold the moral conduct of Masons through a process of subjection and self-constitution. This process is not coercive but is carried out through ritual repetition and symbolic meditation, allowing Masons to internalize the ethical values they represent and apply them in their daily lives (Chevallier 1982).

 

SYMBOLISM AND INITIATION IN THE ETHICAL FORMATION OF MASONS

 

The Masonic symbolism of the rough ashlar and the perfect ashlar, two elements that metaphorically represent the personal transformation process that each Mason must undertake on their path toward moral and spiritual perfection, alludes to a transformation process that can be understood as an act of self-constitution in which Masons, through constant and deliberate work on themselves, seek to polish their moral identity. This process is neither linear nor conclusive; rather, it is a continuous effort, reflecting the dynamic and ever-unfinished nature of human subjectivity.

 

In Freemasonry, the rough ashlar symbolizes the initial state of the individual, filled with imperfections and undeveloped potential. This symbol represents the Mason in their “natural” state before being subjected to the process of refinement and self-education that the lodge promotes. This initial state can be interpreted as a form of being not yet disciplined by the norms and values of the group, a being that is raw, waiting to be shaped through the power of knowledge and ritual practice. The perfect ashlar, by contrast, symbolizes the ideal of perfection to which the Mason aspires. However, this state of perfection is never truly attainable in absolute terms; rather, it is a horizon toward which Masonic practice is oriented, a goal that drives the Mason to a constant process of self-improvement and critical reflection on their conduct and beliefs to better contribute to society.

 

This process of polishing the stone, which in Masonic terms corresponds to the transformation of the rough ashlar into a perfect ashlar, can be interpreted as an exercise in subjection and self-constitution. The Mason is not merely a passive agent receiving teachings and norms from the outside; rather, they are an active subject who works on themselves using Masonic symbols and rituals as tools to shape their own subjectivity. This work of self-constitution is not an isolated effort but is carried out within a relational and knowledge framework where Masonic norms provide both the restrictions and the possibilities for the subject’s self-formation. Thus, the Mason becomes the architect of their own moral identity in a process that we could describe as an act of freedom within a context of subjection.

 

At this point, it is crucial to emphasize that this process of self-constitution does not have a definitive endpoint. The moral perfection symbolized by the perfect ashlar is a regulatory ideal that guides the process but is never fully and finally achieved. This unfinished character reflects the Foucauldian conception of subjectivity as something that is always in the process of becoming, never fully closed or concluded. The Mason, like any other subject, is in a state of constant evolution, always working to polish their stone, always aspiring to an ideal of perfection that pushes them to continue growing and transforming in their moral and spiritual life. This endless process is a manifestation of the freedom of the Masonic subject, who constitutes themselves through a continuous dialogue between the symbolic ideals of the lodge and the concrete practices of their daily life.

 

It is for the reasons outlined above that the Masonic ritual functions not only as a repetitive ceremony of symbolic character but also as a profoundly effective pedagogical tool in the internalization and reinforcement of ethical principles within the mind of the Mason, operating beyond what is merely formal or traditional. In this context, the Masonic ritual acts as a mechanism of subjection, a form of subtle but effective control that shapes the moral identity of the individual in the exercise of their freedom, particularly their freedom of conscience, by aligning them with the norms and values transmitted through the symbols and ritual practices of the lodge.

 

In Freemasonry, this process of subjection is realized through ritual repetition, which not only reinforces ethical principles but also ensures that these principles become an integral part of the Mason’s identity. The ritual, repeated over and over, acts as a kind of ethical programming where the Mason internalizes the norms through constant practice. In this way, repetition is not merely a formality but a pedagogical method that guarantees that Masonic ethical values become firmly rooted in the psyche of the initiate, thereby transforming their conduct and worldview.

 

On the other hand, Masonic initiation is presented as a rite of passage, a concept widely studied in anthropology, which allows the neophyte to be separated from their previous life, symbolizing a break with their past identity, to then be reintroduced into the Masonic community with a new moral identity. This process of transformation is central to the constitution of the Mason’s subjectivity, as the initiation not only introduces the individual to a set of symbols and rituals but also subjects them to a process of subjection where their identity is reconfigured according to the norms and values of the lodge. These rites of passage are therefore fundamental in the construction of the moral subject, as it is through them that the individual internalizes the norms of society or, in this case, the Masonic community, reconfiguring their being in alignment with the ideals and values that these rites symbolize. However, this alignment is not coercive but is achieved through a process of self-formation, where the individual, through subjection to Masonic rituals and symbols, becomes a moral subject in the fullest sense.

 

IN CONCLUSION

 

In conclusion, we can affirm that the Mason’s symbolic journey, viewed from a Foucauldian approach, reveals how Masonic rituals and symbols operate not only as tools for the transmission of ethical values but also as devices that shape the subjectivity of the initiated individuals. Through a constant process of subjection and self-formation, the Mason becomes the architect of their own moral identity, always in a state of becoming and transformation. This process, which involves both ritual repetition and initiation, ensures that the ethical principles of Freemasonry are deeply rooted in the psyche of the individual, shaping their conduct and worldview.

 



Roberto CERTAIN-RUIZ

Respectable Mixed Lodge “Workers of Liberty” No. 11

Colombian Federation of Masonic Lodges



BIBLIOGRAPHY CONSULTED

 

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